PERSONALIDAD, ESENCIA Y EGO

Lo primero que el camino hacia el auto-conocimiento establece es que la sensación de unidad que tenemos de nosotros mismos es una ilusión. La individualidad que percibimos es el resultado de una identificación con las sensaciones, los pensamientos, los sentimientos y la historia vivida. Son tres aspectos que se manifiestan a traves del cuerpo físico, la personalidad, la esencia y el ego.

La personalidad es un vehículo energético que se forma durante los primeros siete años de vida con el fin de que la persona pueda desenvolverse adecuadamente en el medio que ha nacido. Una personalidad de 1800 estaría desadaptada para interactuar con la sociedad actual. En la personalidad se condensa la cultura, la historia personal y familiar, el conocimiento aprendido, la manera de concebir el mundo y la vida, la imagen de uno mismo, los tabúes y las conductas permisivas, la historia que narran los traumas, miedos y rebeldías. ¿Es este un mundo amigable o hay defenderse de todos? ¿Me siento capaz o tengo temor de fallar y ser rechazado? ¿Siento que cumplo con los ideales de peso, imagen, poder adquisitivo y educación para aceptarme? ¿Me parece que hay algo inherentemente dañado en mi? ¿La vida me debe? ¿Siento que mi país es mejor? ¿No puedo salir adelante por un pasado que me marcó?

La carga emocional que se imprime en los eventos de la vida durante los primeros años de vida petrifican más adelante nuestros patrones de pensamiento y la manera de relacionarnos con nosotros mismos, con el otro, con la naturaleza y con lo divino. Una vez que la personalidad está formada los nuevos eventos son intepretados a la luz de esa personalidad. Niños criados en familias donde los padres compiten con ellos por belleza o fuerza, posiblemente resulten inseguros y vean el mundo como un enemigo. Un niño criado frente al iPad, puede que resulte una persona irritable y con un vacío interior insaciable. El niño educado con violencia, posiblemente transicione de víctima a victimario en la edad adulta.

La personalidad es hija del tiempo, y nos fosiliza en el tiempo, privándonos de vivir el momento. Solo en el momento encontramos lo nuevo. Solo en el momento presente redescubrimos nuestra existencia. Solo en la eternidad del momento vemos con ojos nuevos a las personas y los lugares que frecuentamos diariamente. Solo en el eterno ahora podemos concebir que las realidad no sea como las pensamos, y quizá de la nada, se nos ocurran alternativas. Es necesario sacudirnos el polvo del tiempo que se ha asentado en nosotros y cuestionar todo lo que asumimos como una verdad.

Para vivir el momento es necesario cuestionar nuestras creencias y programas mentales, despertando a una manera mas conciente de pensar, de sentir y de actuar. Por otro lado es necesario desplazar el centro de atención de la personalidad a la esencia.

La esencia es una porción de nuestra alma, y representa lo divino en nosotros. Cuando un bebé nace lo que encarna es la esencia, y como carece de personalidad y de ego (ver abajo), lo que expresa es la belleza de la esencia. El alma es un desdoblamiento de nuestro Ser interno que dirige los procesos de auto-conocimiento a niveles más bajos. El alma del hombre común se encuentra en estado germinal, y sólo a través de un trabajo interno se desarrolla produciendo un hombre de conciencia despierta.

El Ser interno se desprende de la gran Fuente de Vida para conocer y conocerse. Por ejemplo, un pez que está dentro de su elemento, vive en el agua y no se da cuenta que por ese elemento vive. Basta con sacarlo del agua para descubrir la importancia de ese elemento en su vida. Asi mismo, para que las chispas divinas que se desprenden de la gran Hoguera puedan reconocer la dicha, la paz y la armonía en la que viven, necesitan salir de ese ambiente y empezar un recorrido descendente por la creación antes de poder regresar con toda el experiencia adquirida. Algunas chispas se auto-realizan con trabajos concientes, que las convierte en Maestros de la Vida con pleno dominio de si mismos y de la naturaleza.
El motivo de nuestra existencia es aprender de cada experiencia en la gran escuela de la vida. Mas algo sucedió entre este propósito y nuestro estado actual de confusión y olvido. Nos identificamos con los procesos de la vida, sus dolores y alegrías, nos aferramos a los recuerdos, y acallamos los principios divinos en nosotros. La esencia, que en hechos es conciencia o luz interior, permanece dormida, aguardando que se la saque de ese sueño y se le abra camino para retomar el trabajo.

EL ego es la personificación de nuestros errores, pluralizado en temores, odios, egoísmos, envidia, orgullo, gula, pereza, ira, apegos, sentimentalismos, etc. Cada uno de estos yoes pone en nuestra mente lo que debemos pensar, en nuestra boca lo que debemos decir, y en nuestro corazón lo que debemos sentir. El Yo es la causa de dolor, y los errores del Yo cosechan karma que luego se paga con sufrimiento. Los yoes y la falsa personalidad atrapan la esencia y la duermen. No habiendo luz interior, el hombre se convierte en una máquina ausente dirigida por una falsa personalidad y un manojo de yoes. El hombre solo es su esencia. Lo demás es del tiempo, y lo del tiempo, tarde o temprano pasa.

Si quieres ver a Dios, mírate a un espejo, si quieres ver al diablo, mira tu mente. ―V.M. Lakhsmi Daimón